MAULLIDO...

Yo vi a las mejores mentes de mi generación destruidas por la ilusión,
pasando frío, hambre y carencias.

Arrastrándose en busca de LA OPORTUNIDAD. Derrotados esperando que la sonrisa en sus bocas les abra una puerta antes de que su luz se extinga.

Quienes pasaron por la universidad con garabatos en sus cuadernos cargando a cuestas las expectativas depositadas en una generación estéril que busca su propósito entre clases de anatomía, de derecho, de arquitectura, de psicología…

Somos lo que ya no hay, lo que nunca hubo, lo que llego a destiempo. Los hijos, los nietos y los sobrinos de aquella generación que estaba convencida que sólo se necesitaba amor.

Ya no hay generación beat ni baby boomers ni X ni Y ni Z ni generación amarilla ni generación espontánea ni generación cero...

Ya no hay sexo, drogas ni rockandroll, sólo quedan las ansias de ser lo que no se es.

Somos los sueños rotos de un país en llamas. Carne de cañón en una guerra que no apoyamos, que no comenzamos y que seguramente no terminaremos.

Los que tenían buenas notas en la escuela y terminaron trabajando en la caja de un banco o vendiendo seguros con el grito ahogado que, persistente desde su estomago, chilla por un sorbo de algo que no saben si realmente existe, pero que saben que también los busca.

Nuestro país está destruido, pero no por nosotros, así lo recibimos, sin un ticket para reclamar un cambio o devolución por producto defectuoso, tampoco seremos quienes lo compongan, somos la generación estéril, los que llegaron a ser lo que sus padres no pudieron pero que nunca llegarán a ser lo que necesitan ser.

Quienes despiertan con nauseas y con ganas de salir a la calle y matar a alguien sin saber porqué.

Somos todos y no somos nadie, somos lo que el gobierno no ve, el dato duro, el área gris en las estadísticas de gobernación, el supuesto problema generacional, no social.

Los que se burlan de esa absurda esperanza que parece permear todas las expresiones sociales del país, marchas políticas, procesiones religiosas…

Los que engrosan las filas del cártel para adelgazar las de la policía, y viceversa…

Para los que el sonido de una metralla sustituyo el canto de las aves.

Los que se llenaron de psicoterapia, hidroterapia, equinoterapia, delfinoterapia, aromaterapia, electroterapia, fototerapia, arteterapia, auraterapia, magnetoterapia, cromatoterapia, dietoterapia, fitoterapia, apiterapia, risoterapia... y se murieron esperando el beso que los transforme en luna.

Los que involuntariamente lubrican los engranes de la maquinaria infernal para que los Felipes del mundo salgan a cuadro diciendo con voz entrecortada que tienen las manos limpias y la conciencia tranquila.

Somos el llanto infinito de las madres que vieron arder a sus hijos hasta convertirse en estrellas que las miran desde el cielo, somos el grito ahogado por el silencio pasmoso de la burocracia, somos esa voz callada que se confunde con el murmullo de un gato en la madrugada del fin del mundo.

Yobailopogo!
yo no te olvido.